Este artículo fue publicado originalmente el 1 de junio de 2011 en la página web del Observatorio Eurasia:
Desde hace 4 años, un grupo de activistas defiende el bosque de Jimki para intentar frenar el proyecto de la autopista Moscú - San Petersburgo, que atravesaría (y acabaría) con el bosque.
Jimki es una ciudad de más de doscientos mil habitantes a unos pocos kilómetros al noreste de Moscú. Puedes llegar fácilmente en mashrutka (un autobús pequeño) o en elektrichka (tren eléctrico) por menos de un euro. Jimki está rodeada por un enorme bosque y los fines de semana familias y grupos de amigos van a pasar el día allí. Desde hace cuatro años, un diverso y cambiante grupo de personas dedica gran parte de su tiempo y mucho esfuerzo a la defensa de este paraje amenazado por la construcción de la autopista Moscú- San Petersburgo.
Esta podría ser una historia más de esas que enfrentan al gobierno local o estatal con un grupo de ecologistas, en la que al final terminan ganando los de siempre. Los defensores del bosque de Jimki (activistas pro-defensa del bosque, ciudadanos de diversas edades, ecologistas de organizaciones internacionales y nacionales, miembros de partidos de la oposición de derechas e izquierdas, etc.), con Evgeniya Chírikova y Yaroslav Nikitenko a la cabeza, llevan luchando cuatro años por salvar un bosque que, en opinión de Elena Rodina, de la organización ecologista socio-regional Sodruzhestvo, es un “pulmón para Moscú”. Pero esta historia no trata solo de árboles que se talan y de especies que se verán perjudicadas y que podrían desaparecer, va algo más allá. Los defensores del bosque de Jimki también denuncian una enrevesada trama de corrupción que salpica a muchos y en muchas direcciones: hacia las empresas participantes en este proyecto y hacia el proceder de las las autoridades locales y estatales, tanto en la adjudicación del proyecto, como en su planteamiento y desarrollo.
El conflicto por la construcción de la autopista Moscú-San Petersburgo que atraviesa el bosque de Jimki genera más preguntas que respuestas. Estas son algunas de ellas.
¿Cuándo empezó el movimiento de defensa del bosque de Jimki?
Todo comenzó, como nos cuenta Evgeniya Chírikova, hace unos cuatro años. Un día, embarazada de su segunda hija, paseaba por el bosque de Jimki con su hija mayor cuando se percató de unas marcas en los árboles. Comenzó a investigar por internet y descubrió que estaba planeada la construcción de una autopista de peaje que atravesaba el lugar. El siguiente paso fue informar a la gente de un proyecto que nadie conocía e intentar organizar a un grupo de personas para que la ayudasen en su lucha. Se había mudado allí con su familia doce años antes para alejarse de la densa contaminación de la capital rusa y no quería ver desaparecer la razón por la cual habían decidido trasladarse a Jimki. Nikitenko se uniría de forma activa al movimiento de defensa del bosque dos años después.
¿Qué es lo que hace al bosque de Jimki tan valioso?
Según Alekséi Yaroshenko, director del programa de defensa de bosques de Greenpeace Rusia, “es uno de los mayores bosques dentro del área de Moscú (…) Además, se trata de un bosque que existe desde hace mucho tiempo en el área de la capital, que ha tenido los mismos límites que tiene ahora mismo desde hace 200 años, cuando por primera vez apareció oficialmente delimitado en un mapa”. Nikitenko añade que no solo es peligroso el hecho de que acaben con hectáreas y hectáreas de árboles, también lo es “la carretera que van a construir, ya que por la contaminación acústica y química el ecosistema va a ser destruido y, obviamente, muchos animales morirán en la carretera”. Allí viven alces, zorros, jabalíes y otros muchos animales incluidos en el “Libro Rojo” de especies amenazadas de Rusia, además de un robledal con árboles de más de 160 años. Hasta ahí aún no han llegado las sierras, por el momento.
¿Por qué no se desvía la autopista, si existen alternativas?
Esta es, sin duda, la pregunta más difícil de contestar. En los últimos años se han presentado varias alternativas al trazado en el que están trabajando ahora, avaladas por expertos, tanto ingenieros como biólogos. Según una ley federal del año 1972, está prohibida cualquier tipo de construcción en parques forestales, excepto si la construcción es de una carretera y no existen alternativas “y en nuestro caso se han encontrado oficialmente cinco alternativas”. Nikitenko habla de vías alternativas que harían pasar la autopista por las montañas, por el norte o el sur del bosque, incluso que proponen instalar redes subterráneas [para hacer pasar el cableado por debajo]. El gobierno afirma que no hay alternativas satisfactorias. Si aceptasen la existencia e idoneidad de las vías alternativas, el proyecto debería ser ilegal según su propia legislación. A partir de aquí, esta historia se vuelve cada vez más absurda. El trazado aceptado tiene forma curva, así que “será diez kilómetros más larga que cualquiera de las alternativas, que van rectas. Además, también hay que construir un puente, que también es muy caro”, dice Nikitenko.
Alekséi Yaroshenko explica que el bosque de Jimki está clasificado como “parque natural” y “nuestra ley no permite cambiar la categoría de la tierra en los parques naturales” si hay otra alternativa. “Cambiaron la categoría de la tierra pasando de “suelo de bosque” a “suelo de transporte e industria”. En la categoría de suelo forestal no se puede construir, pero en la otra sí. La cambiaron hace dos años”. Eso significaría que, durante dos años, varias empresas y muchos trabajadores y funcionarios han estado trabajando en un proyecto para la construcción de una autopista en un terreno en el que estaba prohibido por ley realizar una construcción. Y seguimos con las contradicciones. En teoría, los terrenos de bosque no se pueden vender ni comprar, aunque en Internet “puedes encontrar información que confirma que están vendiendo el terreno del bosque de Jimki. Hemos encontrado una página web, http://www.khimki-land.ru/ , donde venden 100 metros cuadrados por 6 millones de dólares y el precio que paga el Ministerio de Transportes es de 150 euros por hectárea”, explica Nikitenko.
Una vez entendido que existen alternativas que podrían ser más baratas, más rápidas de construir y menos dañinas para la naturaleza, nos seguimos preguntando por qué las administraciones local y estatal hacen oídos sordos a las opciones planteadas por los defensores de Jimki. Es aquí donde entra en escena el real y principal personaje de toda esta historia: la corrupción. Según Chiríkova, la lucha por la defensa del bosque de Jimki es más política que ecológica. Mijáil Béketov fue de los primeros en hablar abiertamente de la corrupción rampante en la administración de Jimki y acabó en una silla de ruedas y sin poder hablar. “¿Por qué no quieren cambiar la ruta? –se pregunta Nikitenko- Seguramente, porque en este caso tendrían que revelar todos sus acuerdos y, probablemente, a causa de todo ese plan de corrupción que ya han tramitado, con paraísos fiscales, etc., tendrían que volver a firmar nuevos acuerdos (…) Ahora la financiación proviene solamente de bancos rusos como Sberbank y Vnesheconombank, es decir, de los presupuestos generales de la Federación Rusa, del Estado. Originariamente, se planteó una colaboración público-privada con inversores internacionales como el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) o el Banco Europeo de Inversiones, pero al final rechazaron participar en este proyecto y ahora el dinero se va hacia estructuras no muy transparentes, como Vinci Concessions Russie, una compañía registrada en Francia. Desde allí, el dinero va a una red de paraísos fiscales en Chipre o las Islas Vírgenes Británicas”. Según Nikitenko, hay un punto muy curioso en el acuerdo de contratación para la construcción de la autopista con la empresa North West Concession Company (el enlace entre la francesa Vinci y el grupo ruso de transportes e infraestructuras N-Trans). El acuerdo de concesión se extiende 30 años. Si la compañía gana el dinero que ha planeado durante este periodo de tiempo, se lo queda; si no, el gobierno ruso se lo dará.
Pero aún hay más. En la telaraña de empresas participantes, subcontratas y demás, aparece un nombre propio; el “deportista” (judoka) y “hombre de negocios” Arkady Rotenberg: “Una parte de la concesión del proyecto pertenece a Rotenberg y su gente. Él es un gran amigo del señor Putin y cuando un amigo de Putin está relacionado con cualquier proyecto, eso significa que el tribunal dirá que tienen razón, independientemente de lo que diga la ley”, denuncia Yaroshenko. Otro nombre propio sería el de Igor Levitin, ministro de transportes. “Descubrimos que también hay intereses corruptos por parte de nuestro ministro de transportes, quien es el presidente del consejo de administración del aeropuerto de Sheremétevo. Es un aeropuerto comercial y la ley dice que en un país europeo no es posible que una persona con un cargo en el gobierno tenga un cargo de poder en una empresa privada”. Por supuesto, a él le interesa que la nueva autopista pase cerca del aeropuerto, tal como sucede con el trazado que se está llevando a cabo, y al contrario que las alternativas propuestas por los defensores del bosque.
¿Cómo se desarrolla la lucha por el bosque de Jimki?
El 8 de mayo, a través de su página web y de diversas redes sociales, se convocó una marcha pacífica desde el parque de Gorky, cerca de la estación de tren de Jimki, hasta el bosque. La marcha no estaba autorizada, pero si no se llevan banderas, pancartas y megáfonos para gritar consignas y no causan altercados, en teoría, no tendría por qué haber problemas. Pero sí los hubo. Tras unos metros, Chírikova y Sergéi Udaltsov, el líder del Frente de Izquierdas, dijeron unas palabras y continuó la marcha. Fue entonces cuando un grupo de policías y servicios especiales del Ministerio del Interior (OMON en sus siglas rusas) adelantaron al grupo y le cortaron el paso. Rodearon a Udaltsov y le dijeron que la marcha no estaba autorizada, a lo que él contestó que era un ciudadano normal y corriente paseando por la ciudad. No hubo tiempo para más: lo cogieron y a la fuerza lo metieron en un autobús, después de muchos tirones de un lado para otro y a pesar de los intentos de sus compañeros para evitar su detención. Esta escena se repitió hasta en 16 ocasiones. En el autobús acabaron Chírikova, Nikitenko, Udaltsov y Sergéi Mitrojin (líder de Yábloko), entre otros. El resto de los participantes continuaron su camino hacia el bosque sin ningún problema, lo que deja bastante claro que los policías tenían objetivos previamente marcados que nada tenían que ver con la ilegalidad de la marcha. Este no es un capítulo aislado. Muchas de las manifestaciones, mítines, marchas y concentraciones que organizan los defensores del bosque acaban de este modo. Los arrestados pasarán unos días en la cárcel, sin saber muy bien por qué (“cada vez nos dicen una cosa distinta”, apunta Chírikova), sin recibir agua ni alimento, y sin asistencia legal. Algunos de los activistas detenidos han denunciado agresiones por parte de los policías durante su cautiverio (Ver entrada del 11 de mayo). Desde hace un mes, están acampados en el bosque de Jimki, cerca de la zona de tala. Todos los días se repite la misma escena: los activistas les piden los permisos de tala y, al no recibirlos (el jefe del grupo de trabajadores dice que existe el documento, pero que lo tienen sus jefes), intentan detener la tala de cualquier modo, ya sea poniéndose delante de las excavadoras, protegiendo los árboles con su propio cuerpo, etc. Algunos de los activistas, incluidos Chírikova y su marido, han recibido amenazas o han sido asaltados por atacantes desconocidos en el bosque y en sus alrededores.
Últimas detenciones
Detenciones del 8 de mayo
¿Creen que saldrán vencedores de todo esto?
Sí. Son pocos, pero confían en que se haga justicia. Tienen apoyo internacional, pero solo logran un poco más de visibilidad cuando hay detenciones, agresiones o cuando algún músico famoso apoya activamente el movimiento. Pero, ¿por qué no tienen más apoyo del resto de la población de la región de Moscú? Según Nikitenko, porque “la gente le tiene miedo a las autoridades. La población rusa tiene miedo por toda su historia con los GULAGS, donde los más activos eran asesinados. Ese sentimiento que proviene de la Unión Soviética sigue muy vivo en mucha gente de nuestro país. La gente de mediana edad simplemente piensa que el gobierno lo solucionará todo, que el Estado es responsable de todo y que ellos no tienen ninguna responsabilidad civil. Y las generaciones jóvenes están muy influidas por la sociedad de consumo, por culpa de la propaganda. Aún así, hay una parte muy importante de la sociedad civil que lo está intentando y nos apoya”. Chírikova aboga por mantenerse en su posición hasta el final, porque saben que dicen la verdad, y si no siguen luchando, sus hijos acabarán viviendo en otro estado totalitario.
Núria Farrés Godayol y Ana Sánchez Resalt, Observatorio Eurasia